miércoles, 22 de enero de 2014

El filósofo enmascarado. Anécdotas.



"Descartes ha sido llamado «el filósofo enmascarado» porque tanto su vida como su obra estuvieron envueltas en disfraces. El mismo escribió: «De igual manera que los comediantes llamados a escena se ponen una máscara, para que nadie vea el pudor reflejado en su rostro, así yo, a punto de entrar en este teatro del mundo del que hasta ahora sólo he sido espectador, avanzo enmascarado».

Muchas de las precauciones que Descartes tomó a la hora de presentar en sociedad sus descubrimientos tenían que ver con el miedo a ser objeto de la persecución eclesiástica. Así, en 1633, cuando supo que Galileo había sido condenado por la Inquisición, decidió paralizar la publicación de su obra. Según cuenta W. Weischedel, llegó a escribirle una carta a un amigo en la que le decía: «El mundo no conocerá mi obra antes de que pasen cien años de mi muerte». A lo que el amigo respondió en broma que, puesto que la humanidad no podía privarse durante tanto tiempo del acceso a los libros de semejante sabio, tal vez habría que ir pensando en matarlo cuanto antes."



LOS RELOJES NO TIENEN CRÍAS. 


En 1649 Descartes aceptó la invitación de la reina Cristina y se trasladó a Suecia para trabajar como tutor de la soberana. Como la reina se empeñaba en recibir sus lecciones de filosofía de madrugada (nada menos que a las cinco de la mañana), Descartes, que estaba acostumbrado a dormir hasta el mediodía, tuvo que cambiar sus hábitos de vida y en uno de esos madrugones enfermó y acabó muriendo de pulmonía a los cuatro meses de haber llegado a aquel «país de osos, rocas y hielo» (aunque, según otras fuentes, habría muerto envenenado por los luteranos, temerosos de la posible influencia de un filósofo católico sobre la soberana sueca). 

Pero antes de que eso ocurriera, la reina tuvo ocasión de demostrar su ingenio ante el sabio francés. 

Fue cuando Descartes le expuso su teoría mecanicista según la cual el universo es como una máquina en la que todos los cuerpos funcionan igual que relojes. Al oír esto, la reina objetó: 

-Pues yo nunca he visto a un reloj dar a luz a bebés relojes. 


 LA CENA DE LOS IDIOTAS. 

Mucha gente asocia a los filósofos con gente frugal y más bien incapacitada para disfrutar de los placeres de la vida. Así debía de creerlo también el conde de Lamborn, quien se encontró en uno de los mejores mesones de París con Descartes, el más famoso de los filósofos del siglo XVII, quien, con gesto de satisfacción, estaba dando buena cuenta de un exquisito faisán. Al verlo, el conde se dirigió a Descartes con estas palabras: 

-No sabía que los filósofos disfrutaran con cosas tan materiales como ésta. 

Contrariado por la impertinencia y la intromisión, Descartes le replicó: 

-¿Y qué pensabais, que Dios hizo estas delicias para que las comieran sólo los idiotas? 

Pedro González Calero, Filosofía para bufones

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