EL PERIODO HISTÓRICO.
La revolución industrial.
La época del Manifiesto es la
época del nacimiento y consolidación de la civilización industrial. La
Inglaterra de 1830 es el referente nacional para los autores del manifiesto. La
introducción masiva de tecnología y el nuevo orden económico capitalista explica
cómo la población inglesa pasó de seis millones y medio a catorce millones en
poco más de cincuenta años. Los factores de esta explosión son tanto las
mejoras en alimentación como de orden higiénico y de infraestructuras en la
edificación.
El incremento demográfico se conecta a una nueva
distribución de la población sobre el territorio l concentrarse la población en
núcleos urbanos: es en las ciudades donde van a aplicarse los nuevos procesos productivos
industriales. La más importante de las innovaciones tecnológicas es la máquina
de vapor de James Watt que impulsará los sectores más activos de la economía
inglesa: la minería, la siderurgia y el sector textil, los tres conectados
entre sí.
El coste de las instalaciones industriales determinará el
surgimiento de una nueva clase empresarial: la gran burguesía. Las nuevas
máquinas permitían introducir en el mercado bienes accesibles a la mayoría de compradores.
Esto implica la lógica del trabajo industrial: más producción y precios más
reducidos para producir más bienes en menos tiempo. Esta aceleración del ritmo
productivo impulsará el crecimiento y renovación de la red de comunicaciones:
nuevas carreteras y más canales navegables: La locomotora de Stephenson en 1829
dará lugar al nacimiento del ferrocarril, con el que se inicia una segunda fase
de la revolución industrial, segunda fase en la que viven Marx y Engels.
En paralelo a la revolución industrial se producirá un
considerable avance de la ciencia desde el final del siglo XVIII a la época de
la publicación del manifiesto. El impulso ilustrado del que provenía este
desarrollo científico no va a ser frenado por el involucionismo de la
Restauración. Es más, en esta época se produce una potenciación adicional de la
ciencia en la medida en que comienza a manifestarse su vinculación con la
técnica y, consecuentemente, con los procesos económicos productivos.
La Restauración.
La derrota de Napoleón significo el inicio
de un proceso de involución política frente a las ideas ilustradas de progreso
y revolución burguesa. El Congreso de Viena impuso en Europa una reordenación política
y territorial que pretendía asegurar la reacción conservadora y bloquear
cualquier estallido revolucionario burgués y liberal. Se instauró u nuevo orden
caracterizado por la defensa de los regímenes absolutistas y el compromiso de
intervención militar si algún país era amenazado por una revolución liberal
(Santa Alianza).
El conflicto entre el principio de autoridad y el principio
de libertad, por un lado, y entre los derechos de las monarquías y los derechos
nacionales por otro, dominaron la historia de Europa continental desde 1815 a
1884. Los estadistas del Congreso de Viena eran conscientes de la fragilidad de
su sistema e intentaron por todos los medios impedir la expansión de las ideas
revolucionarias.
Las revoluciones burguesas. En 1820 se inició una oleada de
protestas en Europa y América latina, de la cual destacamos la mancipación de
las colonias del imperio español. Las revueltas adoptaron la forma de pronunciamientos
con una participación de las masas muy reducidas.
La segunda oleada revolucionaria se produjo entre 1829 y
1839, afectando a toda la Europa occidental. En esta ocasión las masas populares
volvieron a intervenir (como en la Francia de 1789) y la acción revolucionaria
no se redujo a grupos de insurgentes como en los pronunciamientos de 1820.
Estas revoluciones marcaron la derrota definitiva del poder aristocrático en
Europa occidental y la quiebra de la Restauración. La clase dirigente de los
siguientes cincuenta años será la gran burguesía que estableció un modelo político
de liberalismo censitario basado en la constitución francesa de 1781.
Las revoluciones de 1848 trajeron consigo el surgimiento de
nuevos ideales democráticos, el despertar de muchas nacionalidades y la participación
muy activa de la naciente clase obrera en las revueltas, planteando
reivindicaciones con un marcado carácter social.
Frente al liberalismo
censitario, el nuevo concepto de democracia se basaba en tres pilares:
a) la
idea de la soberanía popular opuesta a la idea de soberanía nacional, en la que
la burguesía identificaba la nación con una minoría de ciudadanos que eran los
únicos que disfrutaban de derechos políticos (sufragio censitario). La
soberanía popular quería recalcar que el soberano es todo el pueblo que expresa
su voluntad en elecciones por sufragio universal.
b) La ampliación de la libertad,
defendido la libertad de asociación y de expresión.
c) Y la igualdad social,
necesaria para que la democracia fuera un poder realmente de todos.
Para ello
los revolucionarios defendieron las reformas sociales destinadas a mejorar la situación
de los más desfavorecidos y a nivelar fortunas.
La crisis económica de 1848.
La crisis económica que
precedió a la revolución tuvo un doble carácter. Por un lado, fue una crisis de
tipo antiguo, es decir, agrícola y textil, y, por otro, una crisis de nuevo
tipo, financiera y metalúrgica, fruto de la industrialización de muchos estados
europeos. La crisis agrícola se dejó sentir en toda Europa a partir de 1845 y
fue el resultado de malas cosechas. Como consecuencia los precios subieron, la
capacidad adquisitiva de los salarios disminuyó y el hambre hizo su aparición.
La crisis económica no fue una crisis de subsistencia sino la primera gran
crisis de tipo capitalista. Los años previos a 1848 fueron años de gran
especulación bursátil, sobre todo con las acciones ferroviarias de las que se
esperaban unos altos beneficios. El pánico bursátil provocó la quiebra de
numerosos bancos y sociedades de crédito.
La crisis llegó rápidamente a la industria minera y
siderúrgica, que tenían en el ferrocarril uno de sus más grandes estímulos. La
falta de crédito arrastró a muchas industrias que tuvieron que cerrar. Como
resultado de todo esto los salarios disminuyeron y el paro se incrementó.
La revolución de 1848 en Francia. En febrero, una revuelta
popular se extendió en París e hizo que Luis Felipe de Orleans abdicara. Se
proclamó la Segunda República Francesa y se formó un gobierno provisional. Este
gobierno aplicó reformas sociales que fueron suprimidas por la Asamblea Constituyente
que le sucedió. Este hecho provocó la insurrección de junio, protagonizada por
obreros y republicanos radicales, y se convirtió en el primer enfrentamiento
directo entre las dos clases surgidas de la evolución industrial: burguesía y
proletariado. La revuelta duró poco, pero la represión fue muy dura (1500
fusilados y 25000 detenciones)
.
La Comuna de París (1871).
Tras la derrota de Napoleón III en
Sedán, el gobierno abandonó la ciudad de París y se produjo un gran vacio de
poder.
Con el fin de organizar la defensa de la ciudad se
realizaron unas elecciones que darían lugar a la formación de la Comuna de
París. Este organismo revolucionario estaba claramente dominado por la pequeña burguesía
y los obreros, y se encargó de la defensa y del gobierno de la ciudad durante
los dos meses en los que el pueblo resistió el asedio combinado de las fuerzas
prusianas y del gobierno francés. Durante su gestión, la Comuna intentó
realizar una serie de reformas radicales: suprimió el ejército permanente y la
policía, reemplazándolos por el pueblo en armas; separó la Iglesia del Estado y
organizó a los obreros en cooperativas de producción. Fue el primer intento de
construir un estado al servicio de la clase obrera. Cuando, a finales de mayo,
la Comuna fue derrotada sufrió una represión feroz: 25000 fusilamientos
sumarios y 38000 detenciones.
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