Platón no vive apenas la época de esplendor
que fue la Atenas de Pericles (479-431 a . C.). Crece en el
contexto de las guerras del Peloponeso
(hasta que tiene 23 años) que acabarán con el poder de la ciudad de Atenas y
que desestabilizarán su democracia de manera prácticamente irreversible. Es el
tiempo de la segunda sofística, del
gobierno de los Treinta Tiranos, del
restablecimiento de una democracia vigilada, de duros enfrentamientos políticos
con las venganzas de unos y otros,...
Las Guerras del Peloponeso (431-404 a .C.) había sido el resultado de la
lucha entre dos alianzas lideradas por dos grandes ciudades-estado que
representaban, a su vez, dos modelos políticos enfrentados. Por un lado la Atenas de Pericles que había liberado
numerosas ciudades griegas del dominio de los Persas y a las que había reunido
entorno a sí imponiéndoles su sistema político: la democracia. Por otro lado la ciudad de Esparta modelo de un estado
aristocrático y militarista, que veía con preocupación las ideas
democratizadoras que difundía Atenas. A ella se le unieron otras ciudades
dominadas también por sistemas aristocráticos, así como otras que veían con
desconfianza los impulsos cada vez más imperialistas de Atenas.
En el 404 a . C. Atenas cae
derrotada perdiendo su poder y Esparta le impone un gobierno aparentemente
democrático: Los Treinta Tiranos. Es
un grupo reducido de aristócratas, elegidos bajo la supervisión los espartanos,
que llevan a cabo una política autoritaria y reaccionaria. Tal es así que no
duran en el poder más que un año, una revuelta popular, liderada por Trasíbulo
restablece la constitución democrática.
Platón encuentra en Atenas, después de las
Guerras del Peloponeso dos defectos fundamentales:
a) La incompetencia e ignorancia de los políticos. No hay profesionales de la
política, son aficionados: la mayor parte de los cargos se eligen por sorteo.
En vez de ser así, se habría de escoger al más capacitado, al más idóneo.
b) La lucha entre los partidos. Permiten que los intereses de grupo
prevalezcan sobre las necesidades del Estado.
Su objetivo es llevar a cabo una Reforma política: fundamentar la polis y
sus instituciones en un orden de
principios de carácter universal, que primero hay que descubrir y después enseñar.
Lo explica el propio Platón en la Carta
VII, 324b-326b
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